Pablo d’Ors en el desierto carmelita de San José de las Batuecas. Julio 2016
“El silencio no es simplemente el espacio-tiempo para encontrarme con Dios, sino Dios mismo”
Escritor, sacerdote, doctor en Teología, experto en germanística, autor de una extensa obra literaria entre la que destaca su celebrado ensayo Biografía del Silencio, maestro de meditación, inspirador y artífice de nuestra red. Pero, ¿quién es en realidad Pablo d’Ors? Desde el seminario de Barcelona le hemos propuesto que nos lo cuente él mismo.
¿Quién es Pablo d’Ors? Te invito a presentarte con tres datos que consideres que te definen.
Un hijo de Dios, eso es lo primero. Un pecador, lo segundo, en honor a la verdad. Y un profeta, aunque decirlo de uno mismo suene algo descarado. Profeta es aquél que ha recibido un mensaje y que se siente impulsado a transmitirlo. Eso es exactamente lo que me sucede.
El pasado 11 de mayo celebraste tus bodas de plata sacerdotales. ¿Cuál es tu balance de este tiempo? Si desde tu conocimiento actual pudieras volver atrás, ¿qué consejos les darías a los diferentes Pablo d’Ors que has ido siendo?
Mi balance es que Dios es increíble: se las ha apañado para, pese a lo díscolo que le he salido, enderezar todo lo que yo iba torciendo. De poder volver atrás lo que me gustaría corregir es el daño que he podido infligir a algunas personas. Porque yo me he equivocado muchas veces, y mis errores no sólo me han afectado a mí, sino a algunos de los que me acompañaban.
¿Quién es Dios para ti y cuál es tu relación con Él?
Dios es para mí la vida y más que la vida. Experimento a Dios en la medida en que estoy vivo. Todo lo que no sea el Dios de la vida es pura ideología religiosa. Mi relación con Él es muy estrecha; en realidad, Él es más íntimo a mí que yo mismo. Le respiro, me respira. En Él me muevo y existo.
Háblanos de tu silencio, de por qué es importante, cómo consigues llegar y permanecer en él.
El silencio no es simplemente el espacio-tiempo para encontrarme con Dios, sino Dios mismo. Dios es el silencio en el que resuenan todas las cosas. No es que yo llegue a Él, sino que a veces soy consciente de que Él es. La meditación silenciosa y en quietud me ayuda a esta toma de conciencia.
¿Qué estás buscando en este momento? ¿Cómo definirías tu vida espiritual actual?
Busco responder a la llamada que experimento, que es doble: profundizar mi contacto con Él y transmitir este tesoro a otros. Me siento enormemente bendecido por Dios. De verdad que creo que no puede haber mucha gente que se sienta tan bendecida como yo. Mi vida espiritual es hoy la palpitante experiencia de una continua y exuberante bendición.
¿Qué les dirías a aquellas personas que, por desaliento u otras causas, han dejado de buscar?
Sólo que si no están contentos con lo que su vida es y si quieren darme un voto de confianza, se sienten en silencio y quietud todos los días 20 minutos. Y que esa práctica, al cabo de pocos meses, les empezará a cambiar.
¿Conoces el corazón de las tinieblas? ¿Cómo es? ¿Cuáles son tus principales tentaciones? ¿Cómo las afrontas?
Conozco algunas tinieblas, pero seguramente hay tinieblas mucho más profundas y terribles que las que se me han dado a conocer. Ese corazón oscuro, por lo que he probado de él, es terrible: preferiría uno estar muerto a estar ahí; te genera -me generó- una angustia insoportable y un profundo abatimiento, del que te parece -me pareció- que nada ni nadie podría sacarme.
Por lo que se refiere a las tentaciones, supongo que la vanidad y los afectos fundamentalmente, esto es, ser reconocido por las gentes y por alguna persona en particular. La única tentación que no creo padecer en absoluto es la de los bienes materiales. A veces también me tienta el cansancio.
¿Qué efectos ha operado la meditación en ti? Coméntanos algunos.
Ya no me imagino a mí mismo sin meditación. El principal efecto es que me hace pensar más en los demás y menos en mí mismo, esto es, ha hecho de mí alguien magnánimo. Antes no lo era. Por naturaleza soy, y sobre todo era, egocéntrico. Meditar rompe ese círculo vicioso y te hace comprender, con alegría, que tú eres parte del mundo, no su centro.
¿Has tenido que renunciar a algo para seguir el camino de la meditación? En caso afirmativo, coméntanos las opciones fundamentales que has tomado en tu vida.
He renunciado y sigo renunciando a muchas cosas por meditar. De hecho, meditar es un camino de renuncia, un aprendizaje de la muerte. Se trata de ir diciendo que no a todo lo que se presenta: una búsqueda sistemática y humilde de la pobreza. Mis opciones fundamentales son el silencio y la palabra, es decir, la espiritualidad y la literatura: eso es a lo que me siento llamado. Esto lo he traducido esencialmente en el sacerdocio y en la novela, y ahora, desde hace tres años, en Amigos del Desierto, esa red de meditadores que he fundado.
Muchas personas que se inician en la meditación lo hacen buscando una sanación. En tu opinión, ¿la meditación y la psicoterapia son caminos que confluyen o divergen?
La meditación nos sana de nuestras heridas del alma o sombras, pero de manera muy distinta a la terapia. Ésta lo hace por medio de la palabra o la acción; aquélla, en cambio, por el silencio. Las terapias son necesariamente analíticas; el silencio, por contrapartida, es necesariamente sintético. La psicología puede ayudar a la espiritualidad creando sujetos lo suficientemente sanos como para hacer la experiencia espiritual. Pero hay heridas que sólo el Espíritu puede sanar.
¿Cómo consigues atender tus múltiples ocupaciones -escritor, sacerdote, asesor cultural del Vaticano, responsable de Amigos del Desierto- sin que ello perturbe tu práctica? Entre tanta actividad, ¿cómo consigues no caer en el afán de rendimiento?
Claro que perturba mi práctica. Cualquier persona que practique la meditación y que despliegue mucha actividad es víctima de las distracciones. Pero yo no me siento llamado a vivir fuera del mundo o fuera de la acción, sino en él, en ella. Me reservo por ello todos los días una hora y media de silencio, un día a la semana y diez días al año. Eso me mantiene, pero mentiría si no dijera que necesito más y que es mi intención caminar hacia un silencio mayor en mi vida.
¿Tienes claro para qué has venido a este mundo? ¿Estás cumpliendo tus anhelos más profundos?
Sí, lo tengo claro. Sí, los estoy cumpliendo. Estoy dispuesto a morir hoy mismo. Estoy viviendo como quiero vivir y como quiero morir.
Últimamente se habla mucho sobre espiritualidad de síntesis. ¿Crees que es posible construir una espiritualidad propia, recogiendo todo aquello que nos hace vibrar de las diferentes tradiciones? o, por el contrario, ¿recomiendas seguir nuestro camino centrándonos en una sola tradición?
Si por síntesis se entiende sincretismo, no creo que ese sea el camino. Creo más bien que hay que aprender de todos y escuchar a todos, sí, pero también que hay que seguir un camino. En mi propia tradición, que es la cristiana, encuentro todo lo que necesito, y sobradamente, para llegar a Dios. Esto no significa que no sienta un respeto profundo por otras tradiciones, en particular la del zen.
El Papa Francisco ha dicho en alguna ocasión que nos encontramos ante una tercera guerra mundial “a trozos”; los conflictos bélicos nos devastan, la avaricia y el odio son una realidad constante. Ante esta situación, ¿qué les dirías a aquellas personas a quienes les resulta difícil creer que la bondad y la luz forman parte de la naturaleza esencial de cada ser humano?
Fuera no vemos más que lo tenemos dentro, porque todo es un espejo de todo. Les diría que entren en su corazón; que allí hay un reino de tinieblas, por supuesto, pero también un jardín del Edén. Que no es posible creer en los demás si no crees en ti mismo. Que la belleza y el bien, lo crean o no, son mucho más reales que el horror.
En tu opinión, Amoris Laetitia ¿aporta renovación o inmovilismo?
Con franqueza, no lo sé. Pero creo que todo lo que proviene del papa Francisco, en general, aporta aire fresco a la Iglesia. Y eso me alegra mucho.
¿Qué espacio crees tú que ocupa la oración contemplativa en la Iglesia?
Un espacio muy insuficiente, pese a que debería ser el corazón de la comunidad creyente. En lo que fundamentalmente creo es en el Espíritu. Y creo también que donde ese Espíritu se manifiesta esencialmente es en la oración, en particular en la silenciosa. Yo he venido al mundo para decir que el silencio nos hará libres.
RdU